La gran mayoría de los niños que manifiestan conductas agresivas son diagnosticados con algún Trastorno asociado al Déficit de atención y Comportamiento perturbador. Sin embargo, estos criterios se limitan sólo a describir y no explicar las posibles causas de estos trastornos, relacionados en muchos casos con el vínculo afectivo.
Estas actividades vistas como totalidades inmersas en la cultura del niño, poseen un alto valor educativo y pedagógico porque es a través de la interacción con los otros que el niño logra construir su conocimiento. La participación del niño en tareas consideradas valiosas por la cultura en cuestión constituye el espacio idóneo para transmitir valores, habilidades, saberes y costumbres; y que sin duda son experiencias básicas e indispensables para lograr el desarrollo pleno de las personas.
Los menores institucionalizados están al margen de beneficiarse de muchas de las experiencias que la educación informal ofrece y que las prácticas escolares no logran sustituir. Los niños y las niñas tienen privación cultural; además de no ser miembros activos de una sociedad plural, poseen pocas oportunidades de acceder a conocimientos plenos de sentido y significado dentro de un albergue.